También llegó la semana 42 y pasó de largo.
Te pongo en contexto:
- Primer embarazo
- 43 años
- FIV
Creo que te puedes imaginar que había varios factores por los que habían etiquetado su embarazo como alto riesgo, y prácticamente en mayúsculas.
Y seguro que puedes imaginar también el nivel de estrés y ansiedad en el que ésta etiqueta le ponía a ella.
Me contactó buscando el acompañamiento de una doula, pero también quería algo que le ayudará a manejar esta ansiedad en su día a día y poder reconectar y disfrutar de su embarazo y su perfecto estado de salud (por mucha etiqueta que le pusieran).
No había escuchado hablar del hipnoparto, y cuando le expliqué, lo quiso inmediatamente. Según ella, las sesiones fueron un punto de inflexión en cómo se sentía, su mentalidad respecto al parto y nacimiento, pero también en sentirse tranquila y con confianza en sus consultas médicas. La etiqueta de alto riesgo ya no la sentía como una losa.
Así fueron pasando las semanas y cuando en la semana 39 le propusieron inducir, ella acordó continuar esperando y acudir a monitores cada 2 días, pasada la semana 40.
Y llegó la semana 40… Y la 41… Y la 42… Hablábamos cada 2 días, siempre me llamaba al salir de monitores. Casi siempre le proponían poner una fecha para la inducción, o hacer la maniobra Hamilton. Ella preguntaba por el resultado de monitores y al estar todo bien, y ella sentirse bien, declinaba la oferta.
En cada visita veía a alguien del equipo de obstetricia, cada vez de mayor rango. En una de las últimas visitas, vió a uno de los obstetras de más alto nivel en la unidad de maternidad. Este le confirmó que todo estaba absolutamente bien y que él no veía motivo para inducir, más allá de seguir el protocolo. Para ella, obviamente fue un alivio escuchar estas palabras y sentir que el equipo de atención médica, dejando protocolos a un lado, le ofreció una atención individualizada.
Llegó la semana 43… y parió a su bebé en la 43+6.
La historia del parto y nacimiento
Era un viernes por la mañana cuando me mandó un mensaje para decirme que sentía algunas olas ir y venir. Suavecitas y sin mucha regularidad, pero ahí estaban.
Por la tarde, comenzaron a hacerse regulares y a incrementar en intensidad. La respiración y el movimiento eran sus mejores aliadas y se sentía cómoda en casa.
Hacia la noche quiso ir al hospital a monitorear. Allí, obviamente la semana gestacional en la que estaba, pesó más que su estado actual y le comenzaron a preparar para una cesárea. Ahí fue cuando él me llamó para que fuera a acompañarles.
Cuando llegué, ella estaba concentrada en su respiración y él, en un impecable rol de protector. Me centre en acompañarle con la respiración y hacerle masaje. Él se ocupaba de las conversaciones, la presión para una cesárea era intensa, pero no había indicios clínicos de falta de bienestar ni en la madre, ni en el bebé.
Le ofrecieron un tacto, 4cm. Se vino un poco abajo. Palabras, ánimos, cambio de posición, masaje, mucho masaje. El ritmo era cada vez más intenso, se volvió más vocal, y esos sonidos eran claramente los sonidos que indican que bebé está cerca. «¿Estás empujando?» Le preguntó la matrona. Habían pasado 45min del tacto, y su bebé comenzaba a asomar.
Respiración, una detrás de otra, continua, concentrada, el descanso entre olas, pronto tendrás a tu bebé en brazos. Y así acompañando a su bebé con la respiración, ella parió y su bebé nació.
Un parto rapidísimo, intenso. Un honor ser testigo de la fuerza poderosa de las mujeres. Y de cómo esta mujer pudo apagar ese ruido externo, confiar en sus instintos y transitar su camino con seguridad y confianza.